Ausiàs March, Versek. Poemes. Poemas, edición trilingüe con traducciones de Déri Balász, Pere Gimferrer y José María Micó, Budapest, Íbisz, 1999.
¿Qué seguros consejos vas buscando,
corazón triste, hastiado de vivir?
Si amas el llanto y el reír desdeñas,
¿cómo soportarás futuros males?
Corre, pues, a la muerte que te espera:
para tu mal prolongas tus jornadas.
Tu apacible reparo más se aleja
cuanto más huyes la halagüeña muerte.
Con los brazos abiertos ha salido
a mi encuentro, llorando de alegría;
de su voz sale un melodioso canto
que dice: «Amigo, sal de casa extraña.
De buen grado te ofrezco mis favores,
no sentidos jamás por hombre alguno,
porque yo huyo de quienes me invocan
y atrapo a quien de mi rigor escapa».
Con cara de terror, ojos en llanto
y entre aullidos mesando sus cabellos,
la vida me ofreció su patrimonio
para hacerme señor de sus riquezas,
gritando con su voz horrible y triste,
como llama la muerte al venturoso:
que el hombre hecho a los males se figura
que la voz de la muerte es melodiosa.
Maravilla me causa tanto orgullo
en la disposición de todo amante.
No me preguntarán quién es Amor:
en mí verán su poderosa fuerza.
Jurarán todos, entre maldiciones,
que el Amor no podrá jamás prenderlos,
pero si cuento sus fingidos goces,
maldecirán el tiempo que han perdido.
No hay hombre ni mujer que esté en mi caso,
afligido de amor, y mueva al llanto;
yo soy quien debe ser compadecido,
pues de mi corazón la sangre escapa.
Con la enorme tristeza que lo envuelve
se ha secado el humor que me da vida;
contra mí se encarnece la tristeza
y nadie se dispone a socorrerme.
Lirio entre cardos, siento que se acerca
la hora cruel que acabará mi vida.
Ya se fue toda mi esperanza, y queda
mi alma arruinada en este mundo.
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