Pere Gimferrer, El castillo de la pureza, traducción de José María Micó,
Barcelona, Tusquets, 2014.
NOTA DEL TRADUCTOR
La traducción es la morada de la impureza y el modo melancólico de construir una identidad que se limita a la apariencia, pero si se dice que la perfección absoluta es inalcanzable en cualquier ámbito, también se podrá decir que la voluntariosa y solidaria imperfección de las traducciones, que topa sin remedio con las fronteras del ingenio y del idioma, representa la dimensión más noble de lo que es factible en literatura. Ariosto, Ausías March, Jordi de Sant Jordi y Dante no estaban en condiciones de oponerse a mi deseo de traducirlos, pero este volumen es el resultado de una colaboración deseada.
Los autores antiguos no pueden reprocharnos nuestros errores y los contemporáneos pueden ayudarnos a corregirlos. Por eso creo necesario dejar constancia de que la presente traducción no hubiera sido posible sin la confiada propuesta y la generosa contribución de Pere Gimferrer: ciertas imágenes, algunas expresiones y varias claves privadas de carácter erudito o personal habrían padecido una formulación distorsionada, pintoresca e insatisfactoria de no haber mediado la aclaración de su creador.
Aunque la equivalencia métrica, verso a verso, es casi siempre una utopía, incluso o especialmente entre lenguas muy afines, mi prioridad en el terreno formal ha sido preservar la versificación y la extremada musicalidad de todos los poemas del libro, objetivo que he considerado irrenunciable en lugares destacados (como, por aludir a un par de casos, en el attacco de El castillo de la pureza o en la conclusión de Lay). En otras ocasiones, como en Perspectiva Borromini, el verso que se va repitiendo y variando y que da cohesión al texto (decasílabo en la prosodia catalana: «L’hivern de l’any vuitanta-vuit, les aigües», etc.) se ha adaptado mediante un compromiso: al endecasílabo que encierra el ritornello y respeta la métrica original («En el invierno del ochenta y ocho») se añaden otras sílabas que traducen el resto del verso de manera más literal y menos eufónica. Algún verso compuesto podría parecer anómalo, pero resulta tolerable teniendo en cuenta licencias y cesuras como las de nuestro admirado Rubén Darío (por ejemplo el alejandrino «El despoblado de / la selva de los mitos»). En definitiva, he procurado preservar el ritmo y la respiración de los versos originales, aunque sea con un grado más alto de polimetría. Siempre con el consenso del autor, que vuelvo a agradecer, he mantenido algún leve catalanismo hoy perfectamente comprensible.
J. M. M. J.
Florencia, julio de 2014..